Como dijo Miguel de Cervantes: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.» Esta frase parece encarnar al escritor Fernando Macías, quien presentó su obra “Porsiacaso Meolvide” ante un salón repleto de espectadores. Su libro, compuesto por trece relatos, nos sumerge en las historias que han marcado las avenidas y calles más vibrantes de Portoviejo y Manabí. 

Tras su intervención, el público estalla en aplausos. Macías nos cuenta sobre la inspiración detrás de su obra y el proceso de recopilación de estas historias, que no solo entretienen, emocionan y divierten, sino que también suscitan preguntas profundas sobre nuestra naturaleza, nuestra concepción de la vida y nuestro entorno. Es un libro que invita a pensar fuera de la caja, que desafía y deja huella. Citando a Arthur Schopenhauer: «Leer es equivalente a pensar con la cabeza de otra persona en lugar de con la propia.» Y en “Porsiacaso Meolvide”, Fernando Macías nos presta su mirada para redescubrir nuestra identidad.

Ahora bien, ¿será que esta lectora empedernida solo está romantizando un libro de historias de Manabí? Tal vez por amar las letras y ser más manabita que la salprieta.

Fotos: Paulina Romero

Conversando con Fernando Macías

Hablar con el autor aquella tarde fue casi una hazaña. Entre dedicatorias, felicitaciones y saludos fraternos, Fernando Macías era el protagonista indiscutible. Aunque, pensándolo bien, después de semejante obra, él seguirá presente en la memoria de quienes lean sus historias. Porque eso es lo que hace una buena narración: nos acompaña más allá del momento de la lectura.

Cuando por fin logramos sentarnos a conversar, Macías, con su serenidad y buen humor, me recibió con una sonrisa. Le pregunté cómo había influido su trayectoria en el enfoque de “Porsiacaso Meolvide”.

—Mi actividad con las personas, conocer sus sueños, inquietudes, alegrías y frustraciones, me ha servido mucho —me dijo—. Desde los 16 años, la radio me acercó a la psicología de las masas, a sus reacciones frente al deporte, la cultura y la vida cotidiana. Ese conocimiento de las tipologías humanas me ha sido útil tanto en la cátedra como en otras actividades públicas. Lo demás, creo, es genético: crecí cerca de familiares inmersos en el arte y el periodismo.

La conversación avanzó hacia el corazón del libro. Le pregunté qué lo había llevado a escribirlo.

—Si revisas el libro, encontrarás la identidad manabita palpitando en varios cuentos. Algunos relatan experiencias universales —amor, inadaptación, miseria, incluso lo sobrenatural— que pueden ocurrir en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, el cuento que da nombre al libro pone al manabita y sus historias en primer plano.

También hablamos de las emociones que espera despertar en los lectores.

—Espero despertar dos cosas —dijo tras un breve silencio—. Primero, un renovado interés por la lectura de creaciones de escritores manabitas que están trabajando literatura en serio (no soy el único). Y segundo, aportar con una muestra de que la lectura sigue viva. Se publican anualmente enormes cantidades de libros en el mundo, y eso es un signo de esperanza. La pantalla es importante, pero jamás podrá reemplazar la experiencia de leer un libro impreso.

Hablamos también sobre los contrastes entre lo urbano y lo rural en sus relatos.

—En toda obra literaria hay mensajes entre líneas, y es el lector quien debe encontrarlos. Quizá “Porsiacaso Meolvide”, con su protagonista cargado de años pero lúcido, nos dice que tenemos una deuda con nuestro pasado. No solo con el siglo XX, sino desde tiempos anteriores. Debemos reafirmar nuestras raíces, conocer con cuántos ladrillos humanos se ha construido nuestra identidad, para así viajar con más certeza hacia el futuro. La experiencia humana es un capital que no se registra en los anales de la economía, pero es el más valioso de todos.

Al preguntarle si en sus cuentos había algo de él mismo, se encogió de hombros con una sonrisa.

—Algunos cuentos están narrados en primera persona, pero en ellos no soy un narrador protagonista, sino un testigo. No me pertenecen, aunque me haya apropiado de sus historias. Algunas se basan en hechos reales recurrentes en nuestra sociedad; otras, como el transportador de almas, surgen de conceptos y se recrean a partir de ellos.

Finalmente, hablamos sobre el futuro de su obra y cómo le gustaría que su libro fuera recordado.

—Estoy en una etapa creativa de mi vida. Quisiera que este libro sea solo el inicio de otras narraciones, tanto en crónica como en cuento, en los que ya estoy trabajando para presentar en el futuro. 

Agradeció la entrevista, nos estrechamos las manos, y mientras se alejaba, entendí que “Porsiacaso Meolvide” es más que una colección de relatos: es un espejo en el que Manabí puede verse a sí mismo y recordar quién es. Nos recuerda que la memoria no solo está en los libros de historia, sino en las calles, en la gente, en cada anécdota que pasa de voz en voz y se convierte en parte de nuestra identidad.

Porque olvidar es dejar que lo que fuimos se pierda. Y contar historias es el acto más poderoso de resistencia ante el olvido. Y esta historia, sin duda, merece ser contada y recordada.

Fotos: Paulina Romero

Esta autora, intento de escritora al lado de Fernando Macías, se despide con emoción y la certeza de que, mientras haya quien escriba y quien lea, las historias seguirán vivas en cada página, resonando en cada rincón del mundo. 

Autoría: Kira Giler. Redactora de contenido, Fundación Cultural Clave


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